Es curioso cómo los seres humanos nos limitamos cuando se trata de confiar. Confiar es muy peligroso pues implica dejarte caer, con los ojos cerrados y sin tener el control. A mi , mi hermana me enseñó a quitarme ese miedo con las cosas más simples y cotidianas de la vida. Sabiendo que no puedes adelantarte al futuro, que lo único que hay es el aquí y ahora y anticiparte y preocuparte no va a cambiar el resultado. En mi caso la confianza, incluso en mi misma, se limitaba por mi miedo más grande: tomar decisiones equivocadas. Aunque yo le temo a muchas cosas: al futuro, a enfrentar aquellas cosas que preferiría simplemente dejar pasar, a enamorarme, a no enamorarme, a vivir, a estar vivo sin vivir la vida, a no reírme lo suficiente, a no tener libertad, a caer en la monotonía, a dejar de sorprenderme, a confiar en mi, a que me traicionen los demás, a no decir las cosas en su momento, a hablar de más… pero el más grande de todos es equivocarme. De pronto la vida te lleva a un punto (más de una vez) en el que te ves envuelto en una situación que te revuelve, que te aplasta, que te ha marcado para siempre , que te provoca una desesperación infinita. Es ahí, al llegar a tal punto de la desesperación, que comenzamos a creer, a ver un rayo de esperanza en una palabra ajena, una acción o cualquier señal que indiqué que de esta situación puedes salir bien librado. Entonces te lees el Tarot, te paras de cabeza, ves los testimonios de Youtube, las “10 cosas que hacen: los exitosos, los felices, los jóvenes para siempre, las mejores parejas, los lideres y los héroes nacionales”, vas a la terapia que te recomendó tu compañerito de oficina, a leerte el café en el lugar de Coyoacán que existe desde los 90’s, lo que sea pero que alguien o algo te de respuestas. Hasta que un día fluyes, te dejas sentir y confías… Yo no había llegado a ese punto de desesperación aún, pero definitivamente necesitaba claridad y respuestas. Fui a una cena, que hacemos con mis primas una vez al mes (aunque las veo todos los sábados en las comidas familiares) porque esta cena es así: de primas, de compañeras de toda la vida y de cada loca con su tema. Isa, es una de mis primas y ella tiene un don muy especial, lee tu energía y te ayuda a conectarte contigo. Se sentó junto a mi a platicarme de esto: las energías, los chacras y la claridad, ¡Justo lo que necesitaba! Me hizo una pequeña sanación que después de 24 horas, me cambió para siempre (yo le digo que me salvó la vida). Al día siguiente, me sentía en paz y relajada. Empezaron a pasar todas las cosas para alinear mi vida y mis problemas. Entendí que los recuerdos te pueden hacer suspirar y sonreír pero que si no los dejas ir a tiempo, te destruyen. Que la mayoría de las respuestas a todas tus preguntas muchas veces, están frente a tus ojos. Y entonces te das cuenta que es momento de vivir todo aquello que sólo habías imaginado y las cosas salen, se desbloquean, cambian de rumbo y vives tu gran sueño estando despierto. Pero sobre todo te comprometes a confiar en ti mismo todos los días, pues las promesas más fáciles de romper son la que haces contigo mismo. Me siento en paz con lo que sea lo siguiente en mi vida, no hay nada a qué tenerle miedo. Me hizo recapacitar que las decisiones no son fáciles de tomar pero que una vez tomadas, puedes asumirlas y actuar en consecuencia. Lo mejor de estos momentos en la vida, cuando confías (aunque sea a partir de la desesperación) es que reiteras tu conciencia y encuentras paz y claridad en tu camino.